domingo, 25 de enero de 2009

Vía sin Revolución



"Si no apuestas por lo que quieres, no puedes fracasar". Algo así dice Kate Winslet en un momento de Revolutionary Road. Y precisamente esta es el tema de la película: cómo abandonamos nuestros sueños e ideales en favor de una vida segura y estable. Frente a la explosión del american way of life de los años 50 simbolizado en esas zonas residenciales de casitas blancas y jardines inmensos, esta joven pareja se cree diferente al resto. Ella sueña con ser actriz y él rechaza el modelo de su padre: empleado durante 30 años en la misma empresa. Sin embargo, con el pretexto de que no será definitivo, van aceptando las convenciones de la sociedad de la época. Compran la casita blanca con el jardín blanco, ella se dedica a criar a los hijos y él trabaja 10 horas al día en un cubículo al estilo C.C. Buxter en El Apartamento. Cuando se plantean la idea de dejarlo todo y mudarse a París, estallará e conflicto soterrado entre aceptar las reglas del juego como inexorables o vivir según los ideales. Un enfrentamiento que se escenifica en los rostros de Kate Winslet y Leonardo DiCaprio, sublimes en la creación de dos personajes dificílimos, cuestionables moralmente e imperfectamente humanos.

Las escenas en que estos grandes discuten son las más intensas que una servidora haya visto en los últimos años. En ciertas escenas el nivel de carga emocional es tal que hiela la sangre. Y no sólo en los momentos más furibundos de la pareja, porque el director, Sam Mendes, logra convertir un apacible desayuno en una obra maestra del desasosiego. Algo que nunca habría sido posible sin Kate Winslet, una mirada que lo expresa todo y te acaba arrastrando en su infierno personal.

Aún es pronto para asegurar que Revolutionary Road es mi favorita de la temporada Oscariana (ignorada, como el año pasado Deseo y peligro, de las categorías principales de estos premios) , lo que ya puedo afirmar sin género de duda es que probablemente contenga el mejor duelo interpretativo de la temporada. Una película de obligada visión para todo aquel que todavía crea que el cine no vive de efectos especiales, sino de efectos emocionales.

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