jueves, 23 de diciembre de 2010

Le feu follet




Le feu follet (El fuego fatuo)
Louis Malle, 1968

miércoles, 31 de marzo de 2010

Sodoma y Gomorra

"Casarsa es un bello lugar, uno de esos lugares en donde te es fácil pensar en alguien que quiera vivir de la literatura, y en cambio se te hace difícil pensar en alguien que se vaya de su tierra natal para caer más bajo, más allá de la línea del infierno. Fui a visitar la tumba de Pasolini no como un homenaje, ni siquiera como una celebración. Pier Paolo Pasolini; el nombre uno y trino, como decía Caproni, no es mi santo laico, ni tampoco un Cristo literario. Iba buscando un sitio; un sitio donde todavía fuera posible reflexionar sin vergüenza sobre la posibilidad de la palabra. La posibilidad de escribir sobre los mecanismos del poder, más allá de historias, más allá de los detalles. Reflexionar acerca de si todavía era posible decir los nombres, uno a uno, señalar los rostros, desnudar los cuerpos del delito y convertirlos en elementos de la arquitectura de la autoridad. Si todavía era posible perseguir como cerdos truferos las dinámicas de lo real, la afirmación del poder, sin metáforas, sin mediaciones, con la sola llama de la escritura."

- Gomorra - Roberto Saviano

En noviembre se cumplirán 35 años del asesinato de Pasolini. Su última película fue Saló o los 120 día de Sodoma.





jueves, 11 de marzo de 2010

She and him

Homenaje a una de mis películas favoritas del año e injustamente desterrada de los Oscar.


lunes, 8 de marzo de 2010

El secreto es una buena historia


No está mal resucitar un blog sobre cine el día siguiente a los Oscars. Ahora que todo el mundo se ha despachado a gusto sobre el duelo de la noche, es decir, el de la ex-pareja Cameron-Bigelow; yo quiero destacar otro premio. No, no voy a expresar lo que siento al ver a Sandra miss agente especial Bullock encumbrada como mejor actriz del año. Para mí la gran satisfacción de la noche tiene acento porteño y va firmada por Juan José Campanella. En un año en que se hablado más de gafas 3-D que de buenas historias, el Oscar de El secreto de sus ojos es esperanzador.

El éxito de El secreto de sus ojos está en tres elementos que justifican por sí solos la existencia del cine: intérpretes, historia y emoción. Vayamos por partes. Ricardo Darín es como el capitán de un equipo de fúbtol: aunque se encuentre en un mal partido (o una mala película), él siempre destaca. Sus personajes suelen acercarse a eso que llamamos el "ciudadano medio", discretos, humanos. No necesita desplegar una batería de trucos interpretativos para transmitirnos lo que siente su personaje. Y al lado del gran Darín, una revelación que no lo es tanto. Soledad Villamil ya había trabajado con Campanella (El mismo amor, la misma lluvia), pero el personaje de El secreto de sus ojos tiene otra dimension. Cómo convencer al espectador de que esa mujer orgullosa y con tendencia a reprimir sus sentimientos, en realidad está enamorada de quien no debe. Ella lo consigue, aunque en la cinta no haya lugar para las demostraciones de afecto (explícitas).

En la historia se entremezclan la propia historia reciente de Argentina, una no-historia de amor y un crimen. Lo interesante del aspecto histórico de El secreto de sus ojos es que Campanella nos traslada a los momentos previos a la dictadura de Videla. Como en el caso de La cinta blanca de Hanneke, la desazón procede de presenciar los preparativos de algo monstruoso. La angustia de saber que esos niños se convertirán en nazis o que aquellos jueces corruptos acabarán amparando la tortura y asesinato de cientos de personas.

Pero, sin duda, el mayor acierto de El secreto de sus ojos es contar una historia de amor que no lo es, o por lo menos, no en sentido estricto. No hay escenas románticas al estilo convencional y, sin embargo, vemos claramente cómo estos dos personajes se aman durante décadas. Alguien dijo que la historia de amor más bonita (y también la más triste) era la que no llegaba a realizarse nunca. Si no lloran con la escena de la despedida en el andén, vayan al médico, puede ser grave.

Y eso, al fin y al cabo, era lo importante en el cine: las emociones. Hagan un hueco en la agenda esta semana y vayan a ver El secreto de sus ojos.